Para un normal crecimiento de las plantas se requiere una serie de elementos minerales. Unos los toman del aire, caso del CARBONO, HIDROGENO y OXIGENO, mientras que otros los toman del suelo, como son los macroelementos NITROGENO, FOSFORO, POTASIO, CALCIO, MAGNESIO y AZUFRE y los microelementos BORO, CLORO, COBRE, HIERRO, MOLIBDENO, ZINC y MANGANESO.

Dentro de los macroelernentos el NITRÓGENO, FOSFORO y POTASIO está fuera de toda duda su importancia, y el agricultor los aplica normalmente con el abono tradicional. Pero no ocurre lo mismo con el CALCIO, MAGNESIO y AZUFRE.

Con el CALCIO, no existen problemas en las tierras calizas de pH alto. En las ácidas se recurre a encalar.

Con el AZUFRE, tampoco suele existir graves problemas, puesto que muchos abonos simples incorporan este elemento este elemento en cantidades apreciables (caso del Sulfato amónico, Superfosfato de cal y Sulfato de potasa, por ejemplo).

Sin embargo, con el MAGNESIO no ocurre lo mismo, ya que su incorporación al terreno no se realiza con los abonos tradicionales, salvo con algún que otro abono complejo cuaternario con Magnesio (N-P-K-Mg). Si a esto unimos un intensivo aprovechamiento de los suelos, en particular los regadíos y los destinados a cultivos leñosos, nos encontraremos que muchas tierras presentan una marcada deficiencia de este elemento.

La mayor parte del MAGNESIO está en forma iónica, (es decir, formando sales), en la savia y otra parte importantísima, formando complejos de alta energía: ATP, GTP, etc., que son las moléculas que intervienen en todas las biosíntesis y por lo tanto en la formación de proteínas, almidón, etc. Sabido esto, no puede extrañamos que árboles que presentan un buen aspecto, no lleven a cabo la fructuación y dejen caer los frutos; estos árboles han agotado el MAGNESIO y no pueden fabricar las sustancias que se necesitan para llevar la cosecha a buen término.

Se han hecho experiencias en Francia y en Norteamérica y se ha visto que, agregando MAGNESIO al terreno, la sanidad en las granjas mejoraba hasta el punto de prácticamente desaparecer las enfermedades.